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  1. Los paranoicos

    lunes, 26 de septiembre de 2011


    Hace poco encontré una agenda que usaba cuando era chico para dibujar y escribir pelotudeces. Entre dibujos espantosos e indicios de mi futura salida del clóset, me encontré con algo que me llamó mucho la atención. En mi letra subamateur (aunque no demasiado diferente a la que tengo ahora), había escrito lo siguiente: “La Unión Soviética es muy mala; la Unión Cívica Radical es mucho mejor!”. Lo segundo se explica fácil: en casa se votó a Alfonsín. Lo primero tal vez haya sido porque en casa sonaba mucho Russians de Sting y seguro que por esos años no me había dado cuenta de que Sting hablaba mal de “both sides of the political fence”. O tal vez acababa de ver Rocky IV. O Red Dawn. El hecho es que, a los 7 u 8 años (o sea, en 1987 o 1988), se me dio por escribir eso en esa agenda. Tal vez, de haber existido Facebook en esa época, me hubiese abierto un grupo sobre el tema, que es lo que los niños suelen hacer cada vez que tienen algún tipo de inquietud.

    Hace unos días, leí en mi Facebook a una importante cantidad de anti-Ks enardecidos y furiosos con un grupete de Facebook llamado La Camporita: Agrupación de Niños Kirchneristas. Obviamente, se habló de reclutamiento; se habló de un plan maléfico; se aprovechó para tratar a quienes defienden “el modelo” como pelotudos con el cerebro lavado; se anunció la pocalipsis; same old, same old. La misma paranoia había surgido, también vía Facebook, hace unos meses, cuando FB parece que cambió sus criterios de linkeo y no dejaba poner enlaces de páginas que tuvieran mucho flagueo (como la de La Nación, donde absolutamente todo comentario es reportado por alguien en algún momento). Claro que se puso el grito en el cielo. Que la censura; que el gobierno nazifascistastalinista; que no hay libertad de expresión. Obviamente, eso se arregló en un par de días y ya pudieron volver a linkear todo tipo de notas, y nada más se supo. Ahora volvieron a la carga con este grupete insignificante de nombre, admitámoslo, simpático, que debe ser obra de algún muchachín cuya familia vota a Cristina. Ah, ¿y les mencioné que este “nefasto” grupo por el cual los defensores de noséquécosa se rasgaron las vestiduras cuenta con apenas 15 (quince) miembros?

  2. Shorts!

    sábado, 10 de septiembre de 2011


    Hoy es un hermoso día para entrar a tehparadox.com (¡en Cuevana no está!), bajar y ver esta obra maestra a la que nadie le dio ni cinco de pelota (y que tiene a Kat Dennings, chicos).  Pego acá abajo la nota que escribí para El Amante en el momento de su estreno. No posteo links porque ya en blogs anteriores me borraron posts por contener este tipo de enlaces, pero ya les dije dónde buscar. Enjoy y, si quieren discutirla, acá tienen la sección de comments.

    La piedra mágica
    Shorts
    Estados Unidos/Emiratos Árabes Unidos, 2009, 89’
    DIRECCIÓN, GUIÓN Y FOTOGRAFÍA Robert Rodriguez
    PRODUCCIÓN Elizabeth Avellán, Robert Rodriguez
    MONTAJE Ethan Maniquis, Robert Rodriguez
    MÚSICA George Oldziey, Robert Rodriguez, Carl Thiel
    DISEÑO DE PRODUCCIÓN Steve Joyner
    SUPERVISOR DE EFECTOS VISUALES Robert Rodriguez
    ELENCO Jimmy Bennett, Jolie Vanier, Trevor Gagnon, Rebel Rodriguez, Leo Howard, Jake Short, Kat Dennings, Leslie Mann, Jon Cryer, James Spader, William H. Macy.

    Con mocos y a lo loco
    por Juan Pablo Martínez

    Antes de empezar a hablar de Shorts, la nueva home movie de Robert Rodríguez, hay que decir que la versión que se estrena en cines va doblada a un castellano espantoso, que utiliza la palabra “mesada” para referirse a la mensualidad que reciben los niños por parte de sus padres y hasta contiene errores imperdonables como confundir un “period”, o sea, una hora escolar, por un “año”. Pero también hay que decir que uno de los errores de doblaje termina resultando tan cercano al humor y a las referencias que maneja la película que pareciera haber sido hecho a propósito. La película, como veremos más abajo, está dividida en episodios, y el título de cada episodio aparece en una placa en castellano (ah, eso, ¡basta de poner secuencias de títulos en castellano!) y, al mismo tiempo, un locutor nombra el título de dicho episodio, en castellano, claro. ¡Pero las placas y las locuciones nunca coinciden! Y así termina haciéndonos acordar a los episodios de series animadas viejas, donde a veces se cambiaba el título original con el fin generar un efecto cómico. Mi favorito es “See-Saw to Arkansas” de Los autos locos, cuyo título en castellano es “Si no me alcanzas, llegaré primero a Arkansas”. El más inexplicable de Shorts es el “Episodio Cero”, la secuencia pre-títulos, que en inglés se llama “The Blinkers”, la placa dice “Los Parpadeadores” y el relator dice ¡“Los Blinkers”!.

    Shorts (el genérico título en castellano apesta, digámoslo de una vez) funciona como resumen perfecto de la obra del troublemaker Rodriguez. Aquí Robert sigue la línea de su “cine para niños”, pero llevando todo al extremo más extremo. Rodriguez es uno de los pocos directores que, cuando hace cine para niños, hace verdadero cine para niños, un cine diseñado para el goce máximo de un niño, con ideas que bien podría tener un niño o que, mejor aún, las tuvo: Las aventuras del Niño Tiburón y la Niña de Fuego parte de una idea de su hijo Racer, y Shorts, aunque no figure en los créditos, parte de una idea de su hijo Rebel. Y con sólo mencionar los nombres de sus hijos (hay otros tres: Rocket, Rogue y Rhiannon) nos damos cuenta de que el mismo Robert es todo un niño. Bueno, esto no es ninguna revelación; hasta en sus películas “adultas” se la pasa jugando el buen Robert. Como un Joe Dante elevado a la quincuagésima potencia, Rodriguez exacerba esa niñez como nadie, con su espíritu anárquico siempre presente y queriendo estar en todo. Aquí es director, guionista, director de fotografía, co-productor, co-autor de la música, co-montajista y supervisor de efectos especiales. Pero Rodriguez se las arregla para que esto no se parezca para nada a un acto de arrogancia o de megalomanía (diablos, es un tipo que renunció al Gremio de Directores para poner a Frank Miller como co-director de Sin City cuando Miller no filmó un solo plano).

    Y hablando de Joe Dante, Shorts tiene muchísimos puntos de contacto con la efímera pero inolvidable serie Eerie, Indiana, que Dante supervisó y de la cual escribió y dirigió varios episodios. Tanto en Shorts como en la serie, hay un pueblito suburbano lleno de personajes extraños, y un niño, el narrador, tratando de lidiar con las excentricidades de sus vecinos. Pero lo que más conecta a Shorts con aquella serie, con la filmografía de Dante, y también con la filmografía “para grandes” de RR, es ese encantador espíritu reivindicativo de la clase B más berreta. Shorts opera de igual manera que, por ejemplo, Planet Terror, en la forma de meter las citas y referencias. Aquí lo que se cita es, principalmente, el cine sci-fi de los años cincuenta, tanto en las apariciones de platos voladores y aliens que recuerdan los de Mars Attacks (aunque en versión miniatura) como en los separadores de los episodios y su tipografía. Pero, volviendo a Eerie, Indiana, Shorts adapta esta iconografía al mundo infantil con, por ejemplo, la aparición del “moco asesino” (que forma parte del segmento más alto de la película), un moco devenido monstruo que quiere invertir roles con quien lo gestó (un niño comemocos, claro) y, como acto de venganza por sus amigos los mocos deglutidos, comerse al mencionado mocoso. 

    Como ya se habrán dado cuenta, la última película de Robert Rodriguez es una locura. Pero dudo que puedan darse una idea de cuán disparatada, cuan desquiciada, llega a ser. Si más arriba dije que aquí RR lleva todo al extremo, no lo dije por decir; realmente se trata de una de las películas más libres y anárquicas en mucho tiempo, si no de todos los tiempos. Más aún si tenemos en cuenta que se trata de una película infantil y que las películas infantiles, hasta las que más se alejan de lo convencional, suelen terminar siendo, de algún modo u otro, clásicas. Sí, Pequeños guerreros es anarquía pura, de eso no hay duda, pero esa anarquía existe dentro del relato; formal y narrativamente no deja de ser un cuento. Lo mismo ocurre con Las aventuras del Niño Tiburón…; detrás de todo el delirio hay una remake de La historia sin fin, y como tal, es un relato clásico. Shorts es incluso un cuento de hadas muchísimo más fracturado que los Fractured Fairy Tales de Jay Ward. Empezando por su estructura: como dije, la película está dividida en episodios. Cada uno de esos episodios funciona a la vez como narración independiente y como parte del todo que es la película. Pero los episodios, separados por las antedichas placas y por sonidos de pedos, están todos desordenados. Toe Thompson, el niño narrador, cuenta que sus recuerdos de los sucesos ocurridos en el pueblo de Black Falls luego de la aparición de una piedra que concede deseos son confusos, que no recuerda qué pasó antes y qué pasó después, y nos muestra los hechos en desorden para que nosotros los ordenemos en nuestro cerebro (si es que nos queda algo de cerebro después de ver esta película). Y, literalmente, rebobina, adelanta, pausa y le da “play” a la película. Incluso, se saltea “las partes aburridas”. Hay un gran momento en el que unos niños lo persiguen para pegarle y, como ya no nos queda nada nuevo por ver en el terreno de las persecuciones, le da “fast forward” a la imagen mientras dice “corre, corre… persecución” (la frase en inglés es “run run run chase chase chase”, dicho casi a desgano y a toda velocidad, y queda mucho mejor). La película entera funciona de esta manera: se mueve a un ritmo infernal y no se detiene en nimiedades; es pura economía narrativa.

    Si bien todos los adultos están bien, Rodriguez pareciera no interesarse para nada en ellos. No dejan de ser grandes personajes (especialmente el que interpreta William H. Macy, padre del niño de los mocos, científico y con fobia a los gérmenes), pero se nota que están porque tienen que estar; son solamente un decorado. Hasta el villano que compone James Spader lo es. Esto no es una falencia; es algo claramente buscado. Lo importante aquí son los niños, la película gira en torno a ellos y, como se desprende del párrafo anterior, son quienes la articulan. Y el triunfo de Shorts se debe en gran parte a la enorme (en cantidad y en calidad) galería de personajes niños que RR creó y que estos geniales actorcitos interpretan. Jimmy Bennett hace de su Toe Thompson un geek adorable, que carga con la película entera y sale no sólo ileso sino también triunfante. Trevor Gagnon, quien interpreta a Loogie, un niño aventurero con una tendencia a que los deseos que le pide a la piedra le salgan de la peor manera posible (desea cocodrilos y éstos le comen la tarea, desea telekinesis pero dice “telefonesis” y le crece un tubo de teléfono en su cabeza), resulta ser un gran comediante y es igualito a Daryl Sabara, el Juni Cortez de Mini espías. Pero la gran revelación de Shorts es Jolie Vanier, debutante de 11 añitos que interpreta a Helvetica Black, el mejor personaje de la película. Con un aire a Christina Ricci en plan Wednesday Addams, su Helvetica es la matona personal de Toe Thompson. Digamos que lo caga a trompadas todo el tiempo, pero a la vez ella y Toe están enamorados. Entre ambos hay una relación amor-odio rayana en lo sadomaso que es pura ternura. Rodriguez está tan al tanto del gran personaje que tiene entre manos que hasta le dedica un leitmotiv musical, que consiste en un tema medio metalero con un coro que repite su nombre como si estuviera cantando el “Ave Satani” de La profecía mientras, por ejemplo, ella anda en una moto que deseó con la famosa piedra.

    Hace dos años, Robert Rodriguez y Quentin Tarantino estrenaron juntos Grindhouse, su double feature que aquí se estrenó por separado y en fechas distintas, con meses de diferencia. Este año, ambos estrenaron en EE.UU. sus nuevas películas el mismo día. Acá Shorts va unos días después, pero seguramente ambas compartirán cartel en algún momento. Aunque parezca rebuscado, voy a decirlo: entre Shorts e Inglourious Basterds se puede hacer otro perfecto doble programa. Si bien a simple vista parecieran ser dos películas completamente distintas, ambas comparten un amor infinito por el cine, recurren a las citas de forma similar, juegan con los géneros y la estructura narrativa, no se parecen en nada al cine que se hace hoy en día y son las dos mejores películas de este año.

  3. NETFLIX ES UNA MIERDA

    jueves, 8 de septiembre de 2011

    Escrito con una ayudita de @Gus_Noriega, @mpanozzo, @nazachong, @FioSargenti, @CarlosFedeRey, @sanchezmariano y algunos tuiteros más.


    La noticia de la llegada de Netflix a la Argentina bien podría haber sido algo grande. La idea de un sitio que ofrece, mediante un abono mensual accesible, películas y series en streaming en excelente calidad, no es nada desdeñable. La información que nos llegaba de afuera hacía prever lo mejor, por lo menos como una alternativa a Cuevana y los foros y torrent trackers donde solemos conseguir películas y series. Porque no voy a ser hipócrita y decir que no bajo cosas de Internet. Yo lo hago, vos lo hacés y el que dice que la descarga ilegal mata a la industria y está a favor del canon –y que casi siempre suele ser quien más dinero tiene y menos dinero pierde por culpa de “los millonarios de Cuevana”- también lo hace. Por lo menos acá. Y no creo que esté mal que así sea. Sí, es mejor ver cine en el cine. Pero ver cine en el cine es a veces muy difícil, entre el precio de la entrada y la casi nula variedad de la cartelera (¿Cómo saber si es amor? –o How Do You Know-, la extraordinaria comedia de James L. Brooks, hubiese sido uno de los grandes estrenos del año, pero a los distribuidores se les ocurrió mandarla directo a DVD). Y las ediciones locales en DVD siempre se caracterizaron por tener una calidad inferior a aquellas editadas afuera. Lo mismo está pasando con el Blu-ray, que encima es carísimo. Y ni hablar de los discos: lo poco que se edita se edita aun peor que las películas. El caso más alarmante de los últimos años fue el de las reediciones de Los Beatles, que EMI lanzó aquí en unas cajas de cartón cuyo pegamento se despega y se pasa al disco. ¡Sí, es muy probable que un disco que EMI cobra 60 pesos venga con pegamento en la base del CD! ¡Sí, una empresa multimillonaria cobra 60 pesos por unos CDs pero después usa pegamento barato! Este tipo de cosas no hacen más que volverse más y más activista a favor de la descarga “ilegal” (antes se hablaba de “compartir”, pero eso es muy polite, se ve).

    Y Netflix, que llegó hace unas horas a la Argentina, también lo vuelve a uno activista de Cuevana, del JDownloader, de los foros de intercambio de películas y de los torrent trackers. ¿Por qué? Porque es, lisa y llanamente, una mierda. Si se quiere combatir la descarga gratuita con una paga, lo primero que hay que hacer, lo básico, lo mínimo indispensable, es que este servicio sea igual o mejor que el gratuito. Y es cientos de veces peor, y lo es de las maneras más estúpidas posibles, de maneras que hacen notar un estudio de mercado absolutamente nulo, una enorme subestimación hacia el usuario, un desconocimiento total de la competencia y algunas cosas un poco más jodidas.
    Primero y principal, señores de Netflix: si van a lanzar un producto semejante, esperen a tener un catálogo un poquitín más variado y no del nivel de pobreza que tiene el catálogo actual de Netflix. Dan un mes gratis de prueba pero aseguran que “en unos meses, van a tener más cosas”. O sea, durante el período de prueba; durante el período que uno tiene para decidir si se queda con el servicio o no, el contenido es subestándar.
    Segundo: Cuevana tiene todo su material subtitulado; ustedes tienen buena parte del material doblado al castellano –sí, sí, esperá que te veo Tiburón doblada-. 

    Tercero: el material está dividido en categorías que dan vergüenza ajena y parecen estar hechas por retrasados mentales –o, peor, para retrasados mentales, y si tratan a sus usuarios de retrasados mentales, señores de Netflix, me temo que no vamos por buen camino-. Estas categorías incluyen cosas como: “Dramas ardientes” (léase: dramas con tetas), “Películas surrealistas” (una categoría más bien difusa que incluye cosas como Pulp Fiction, Sed de mal, Darkman y Prêt-à-Porter), “Películas intelectuales”, “Animales que hablan”, “Comedias nocturnas” (que, generalmente, tienen porro, tetas o ambos a la vez) y etcéteras varios.
    Cuarto y, a mí entender, lo más alarmante: Como vanagloriándose de sí mismos, ustedes, señores de Netflix, nos dicen que la calidad de la película/serie se va a adaptar a nuestro ancho de banda. Pero hete aquí que, si queremos ver algún contenido en HD –desconozco las razones por las cuales parte del contenido HD se puede ver desde una computadora y otra parte no- y no tenemos una conexión de más de 6 mega, Netflix no nos deja. Ni hablar de darle pausa y esperar un rato (cosa que a varios no nos molestaría y lo hacemos todo el tiempo en YouTube): si uno tiene una conexión de 3 mega, como yo, NO PUEDE acceder al contenido HD de Netflix. ¿Y saben qué, señores de Netflix? Yo, con mi conexioncita de 3 mega, entro al hermoso foro tehparadox.com y en unas horitas me bajo un ripeo de Blu-ray a 1080p que se ve de puta madre. Si esto es un error, es uno bastante grande y que habla a las claras de hasta qué punto esta gente no hizo un estudio de nada; son pocos los que tienen conexiones superiores a 3 mega en Argentina. Y si no lo es, el hecho de que, para acceder al contenido HD de Netflix, haya que pagar un ancho de banda mayor, puede hablar de asociaciones con ISPs o algo por el estilo –sí, está compitiendo con On Video, el servicio de Video On Demand de Telefónica, pero quién sabe-, y eso es más que grave.
    Quinto, y último: Tampoco se ve bien el material en Standard Definition, que tiene un pixelado que lo que se sube a Cuevana no tiene.
    Sí, señores de Netflix, un emprendimiento de tres muchachos cordobeses* sin nada de infraestructura como Cuevana está mejor pensado y ejecutado que el de ustedes, que pertenecen a una empresa multimillonaria. Ahí se ven. 

    *Edit: Me avisa el amigo @elmetalesasi que los muchachos son sanjuaninos. Acá leo que son sanjuaninos que estudian en Córdoba. Bueno, eso.